Entrando en el otoño, en momentos en que el productor se dispone a realizar los últimos ajustes sobre el destino de su ganado, acorde a la disponibilidad forrajera y las opciones comerciales, viene bien repasar las variables claves que hacen al resultado del negocio.
La hacienda se sostiene
Avanzado marzo, el precio de las principales categorías comercializadas en el mercado de Liniers sigue firme y se mantiene parejo. En términos nominales, apenas supera el promedio de febrero y de seguir así probablemente tenga una pequeña caída de uno o dos por ciento en términos reales. Pero lo cierto, es que estamos comparando con un mes en que se alcanzó el mayor valor real en 60 años.
Un dato a tener en cuenta, es que este alto nivel de precios no se condice con lo sucedido con la carne al mostrador, habiendo una brecha del orden del 15% entre los movimientos de uno y otro. Se trata de un porcentaje muy alto para el margen habitual del sector comercial (frigoríficos consumeros, matarifes y carniceros) que abre el interrogante sobre hasta cuándo se mantendrá esta situación sin que haya un aumento importante de la carne al público o una baja en el precio de la hacienda. Teniendo en cuenta las condiciones generales de la economía, todo parece indicar que es más probable que suceda la segunda opción.
La buena noticia es que, a pesar de la lógica anterior, los precios siguen sosteniéndose incluso cuando comienza a aparecer una oferta de hacienda abundante, igual o un poco superior al promedio histórico.
La tracción exportadora
El novillo de exportación viene siguiendo una trayectoria similar a la del ganado de consumo. Desde octubre, atraviesa un raid alcista en torno a un 40% en dólares y un 60% en pesos. En las últimas semanas, la mejora de las condiciones de Europa le permite a los frigoríficos ser un poco más flexibles a la hora de ofertar. Sin embargo, hay que tener en cuenta que a pesar de la suba de precios en el Viejo Continente, que tampoco está claro cuán duradera pueda ser, el resto de los destinos sigue en valores muy por debajo de los de hace un año.
Viendo el negocio desde el otro lado del mostrador, esta apreciación de la hacienda, sumada a cuestiones relativas a la política cambiaria argentina, también restan competitividad a la industria en los mercados internacionales y abren dudas sobre la tendencia que tomarán en los próximos meses.
Europa y China, motor de los embarques
China, por lejos el marcado más importante para la Argentina, acaparando unas tres cuartas partes del volumen total exportado, tuvo una pequeña mejora de precios en enero (último mes con datos) pero aún está muy por debajo de los niveles previos a la fuerte caída del año anterior. Eso le resta atractivo a los exportadores argentinos.
Además, todavía hay bastante incertidumbre sobre cómo pueden impactar los nuevos casos de fiebre porcina africana denunciados en las últimas semanas. La coincidencia entre diferentes analistas, es que las importaciones chinas van a seguir siendo fuertes este año, aunque aún no está claro cuál será el valor de esas operaciones.
Por otro lado, la apreciable mejora de los cortes enfriados a Europa registrado en las últimas semanas, se basa fundamentalmente en expectativas y no en cambios concretos en el mercado. Hay confianza en que Europa se encamina hacia la primavera-verano con un mayor avance de la vacunación contra el covid-19, con las consiguientes menores restricciones para al movimiento de las personas. Claro que la vacunación tiene traspiés y algunas frustraciones, pero los importadores europeos apuestan a que habrá un buen porcentaje de la población inoculada, con lo que el riesgo del cierre de restaurantes se reduce.
Pero en otros mercados este cambio aún no se registra, por lo que siguen operando con volúmenes estables, sin mejoras de precios.
Por otra parte, en la medida en que el Gobierno siga utilizando el tipo de cambio como ancla antiinflacionaria, va a seguir restando competitividad al sector exportador, dificultando los negocios en los destinos más ajustados.
En síntesis, este año dejaría un nivel de exportaciones alto, aunque por debajo del año pasado y a valores que por el momento no parecen florecientes.
Faena en baja
El ciclo ganadero insinúa una retracción en los envíos a faena para este año, independientemente del consumo interno, claramente debilitado por la crisis económica, y una demanda de exportación que pierde algo de fuerza por los factores antes mencionados.
En enero hubo una caída muy fuerte en la faena, del 17%. Pero si se compara por promedio diario, esa baja se reduce al 6%. Esta situación se neutralizó considerablemente en febrero pero de todas maneras el primer bimestre del año está marcando una reducción en los niveles de procesamiento.
Seguramente, esta caída se irá limando a lo largo del año, aunque finalmente termine con una reducción en comparación con 2020, probablemente del orden del 5%. Esto sería por la decisión generalizada de los productores por retener hacienda y expandir un poco el rodeo, en la medida de que el diablo no meta la cola y que el clima y las pasturas lo permitan.
Consumo interno
Algo que siempre preocupa a los políticos, sobre todo en años electorales, es el nivel de consumo interno de carne vacuna. Si bien el consumo aparente de enero arrojó una cifra por debajo de los 40 kg per cápita al año, un piso histórico, nunca se puede tomar el dato de un solo mes para plasmar una tendencia. Mucho menos, con un enero tan anómalo como el pasado.
De concretarse nuestro pronóstico de una menor faena para este año y una exportación aún en niveles importantes, hay que pensar en que el consumo este año va a tener una nueva baja, pero más próximo a los 50 kg per cápita que lo que marca el primer mes del año.
De todas formas, esta baja hay que ponerla en contexto: no es un fenómeno de la pandemia ni de los últimos años, es una constante de las últimas cinco décadas y estrictamente un problema de oferta.
La Argentina tiene básicamente la misma producción de carne que tenía hace 50 años pero la población creció 75% en ese período. El problema es que la producción no ha aumentado porque el conjunto de las políticas económicas, y en particular las dirigidas al agro y a la exportación de carnes, han provocado desincentivos a la inversión de largo plazo, necesaria para el crecimiento de la ganadería.
Aprovechar oportunidades
La cadena de ganados y carnes de la Argentina deberá enfrentar en este año los desafíos que imponen la lenta superación de la pandemia a nivel global, los problemas económicos locales y la política de anclaje del tipo de cambio que el Gobierno lleva adelante para luchar contra la inflación, en el marco del año electoral.
Todo indica que es un año en que los productores van a seguir tratando de retener animales y expandir sus rodeos. Con precios que aun bajando van a estar en niveles históricos importantes, los sistemas de cría, recría y terminación a pasto, con y sin suplementación, estarán más activos que el feedlot, complicado por el alto costo del maíz.
Esto también va a redundar en un cierto retraso en la producción de carne porque aún con los mismos animales, un esquema más pastoril, por más intensivo que sea, actúa menos aceleradamente que el feedlot.
En este contexto, el dato más alentador llega desde el exterior. Con una caída tan fuerte del producto bruto mundial en 2020 por las medidas tomadas para combatir la pandemia, todos los analistas confían en un resurgimiento fuerte para la economía global en este año, con impacto en el comercio.
Acá se centran las mayores esperanzas para la ganadería argentina. Ojalá que las políticas económicas permitan aprovecharlo.
Por Lic. Miguel Gorelik, Director de Valor Carne