Ing. Alim. Leandro Langman, Director del proyecto del INTA que desarrolló Bienest.AR

Ing. Alim. Leandro Langman, Director del proyecto del INTA que desarrolló Bienest.AR

Bienest.AR es un protocolo que permite evaluar el bienestar de los animales en los sistemas de engorde a corral del país, en forma estandarizada. Desarrollado por el INTA con el apoyo del IPCVA, se basa en Welfare Quality®, un protocolo independiente pionero en Europa, empleado en distintas cadenas de producción animal. Tras su reciente lanzamiento, el investigador Leandro Langman, del INTA, contó a Valor Carne porqué se implementó una herramienta específica para los feedlots locales y cómo acceder a un evaluador entrenado, para realizar un diagnóstico del establecimiento e iniciar el proceso de mejora.

“Los protocolos disponibles en otros países utilizan métodos que no siempre son aplicables a los engordes de la Argentina. Entonces, junto a una treintena de especialistas del país y del exterior, tomamos como base uno desarrollado en Europa, muy reconocido, y luego de tres años de trabajo, ajustándolo a los modelos locales, presentamos Bienest.AR, ”, afirmó Langman. Y agregó: “Algo estratégico es que contamos con investigadores europeos, que nos transfirieron el know-how de algunas cuestiones claves”.

Bienest.AR contempla una evaluación integral del sistema de engorde considerando alojamiento y sectores de manejo asociados, alimentación, salud y comportamiento del ganado. “Cada uno de estos principios es analizado mediante criterios e indicadores para arribar finalmente a una calificación global del establecimiento”, planteó Langman. En tal sentido, el programa incluye mediciones innovadoras, diferentes a las del protocolo europeo, que responden a problemáticas centrales del negocio de los feedlot locales.

De aquí y de allá

“Cuando se evalúa el alojamiento, los europeos pueden utilizar el tiempo que tardan los animales para echarse, lo cual da la pauta de la comodidad de descanso, porque sus corrales son pequeños”, ejemplificó. Pero aquí, prosiguió, “con nuestras dimensiones, identificar entre cien animales el que empieza a echarse y finaliza esta acción, no es práctico ni confiable”, argumentó.

Por eso recurrieron a indicadores alternativos para diagnosticar esas comodidades. “Nosotros evaluamos si el animal encuentra una superficie seca para echarse, o sea, medimos la presencia de barro. Si le quedan rastros en los flancos, la superficie no es la ideal para su confort”, explicó. Para ello, toman al azar un número fijo de cabezas por corral, dependiente del tamaño del rodeo, y estiman visualmente qué porcentaje de placas de barro tienen, tanto sólidas, las más crónicas, o líquidas, las más recientes.

Fuente: Bienest.AR, 2021. Flanco del animal donde se evalúa la higiene.

Fuente: Bienest.AR, 2021. Flanco del animal donde se evalúa el barro.

Fuente: Bienest.AR, 2021. Izq. Barro, Score 0; der. Barro, Score 2.

Fuente: Bienest.AR, 2021. Izq. Barro, Score 0; der. Barro, Score 2.

“Si el animal, tiene más de 50% de barro líquido en la superficie analizada, o más de 25% de placas ya secas, no es aceptable”, advirtió Langman, aludiendo a las importantes pérdidas en la ganancia diaria de peso que ocasiona esta dificultad en los feedlots, entre otras cuestiones.

Para medir la comodidad de descanso también se chequea la presencia de barro en los corrales. “Si un animal tiene 4,5 metros cuadrados de superficie seca, más allá del área embarrada, se considera que el confort es aceptable”, apuntó, detallando que todos valores utilizados se basan en publicaciones científicas y técnicas, además de la consulta a expertos.

Un motivo de orgullo de los desarrolladores de Bienest.AR es haber agregado al monitoreo de la calidad del alojamiento, como incluye el protocolo europeo, el de sectores de manejo apropiados para la carga y descarga de los animales. “Es otro poroto a favor nuestro.  Evaluamos, por ejemplo, si la rampa cuenta con un sistema antideslizante, el grado de pendiente y el terraplén para subir al camión, cuestiones que evitan pérdidas de calidad en animales y accidentes en personas. Además, medimos vocalizaciones en la manga, previo a la balanza o al cepo, lo que nos da la pauta de si hay buena relación humano-animal”, puntualizó.

Otro criterio novedoso, también relacionado con el alojamiento, es el confort térmico. “El protocolo europeo no incluyó esta medición. En nuestro caso, para estrés por calor, evaluamos el jadeo entre las 12 y las 16hs, mediante una escala de 3 puntos, resumiendo la original de 8 puntos desarrollada por investigadores australianos”, sintetizó, con relación a un aspecto cada vez más importante para la ganadería intensiva ante los avatares del cambio climático.

Según Langman, todos estos criterios e indicadores hacen que Bienest.AR sea inédito no solo en la Argentina sino para otros países de América Latina. “Algunas empresas ganaderas de Brasil, Uruguay, Chile y México, incluso de Australia, utilizan protocolos generales, pero no cuentan con una herramienta específica para el feedlot. Hay oportunidad para escalar nuestra iniciativa”, subrayó.

¿Cómo aplicar Bienest.AR?

El protocolo está disponible en la web del IPCVA, se puede hacer un sondeo preliminar, aunque debe ser aplicado por personal capacitado para estandarizar las mediciones. “Por lo pronto, los evaluadores entrenados somos 15, todos hemos trabajado en el proyecto y ya podemos brindar servicios al productor. Lo visitamos y hacemos un diagnóstico del establecimiento”, reveló, indicando que el plan es preparar más técnicos, incluso personal de los feedlots, durante este año.

¿Cómo se entrenaron? “Lo hicimos con un especialista del Instituto de Investigación y Tecnología Agroalimentaria de España, que trabaja desde hace tiempo aplicando el protocolo de Welfare Quality® y participó del desarrollo de Bienest.AR. Vino y repasamos todas las mediciones, que son 28, luego fuimos a un establecimiento y las pusimos en práctica”, dijo Langman, destacando que para ello cuentan con el respaldo de la Cámara Argentina de Feedlot.

Los evaluadores de Bienest.AR durante el entrenamiento.

Los evaluadores de Bienest.AR durante el entrenamiento.

Bienest.AR fue lanzado en julio y ya hay productores interesados en identificar posibles puntos críticos. “La idea es hacer un diagnóstico inicial, con un seguimiento estacional, ver qué problemas surgen en cada época, quizás en invierno tienen mucho barro, en verano, jadeo, en fin, obtener una fotografía dinámica. Entonces, vemos qué acciones correctivas hay que tomar para poder revertir aquellas mediciones que no dieron bien”, sostuvo.

Para Langman, con la capacitación del personal ya se resuelve mucho, aunque también son importantes las instalaciones. “En ciertos casos, hay que hacer mejoras en el diseño, que eviten que los animales se planten, repercutiendo en prácticas negativas, como el picaneo. Tal vez implica corregir alguna saliencia, un clavo en la zona de carga. Entonces, con poco dinero, se obtiene un resultado muy positivo. Si la inversión es mayor y la empresa no dispone de capital, bueno, lo tiene presente. Y, cuando pueda, lo revertirá”, indicó.

¿Los servicios del INTA, tienen costo? “No. Seguramente hay que cubrir los gastos de traslado del evaluador, estadía, no más que eso, la intención es promover el bienestar animal, que el sector cuente con esta herramienta y nosotros con un sondeo de cómo estamos parados a nivel nacional”, aseveró.

Para finalizar, Langman resaltó que “la idea es tener una producción ética, es nuestro primer objetivo, sin pensar por ahora en certificaciones. Sabemos que de esa manera respondemos a cuestiones más interesantes para los productores, como los beneficios en cantidad y calidad de carne, y en seguridad de los trabajadores”, finalizó.

Por Ing. Agr. Liliana Rosenstein, Editora de Valor Carne

Investigadores y especialistas de Bienest.AR

Ana M. Sancho (Instituto de Genética, INTA), Andrea K. Cancino (INTA Bariloche), Daniela Bottino (SENASA), Darío G. Pighín (INTA Castelar), Débora Racciatti (SENASA; Facultad de Ciencias Veterinarias, UBA), Diego Bottegal (Instituto de Investigación Animal del Chaco Semiárido, INTA), Fernando J. Carduza  (INTA Castelar), Gisela A. Marcoppido (Instituto de Patobiología, INTA), Héctor R. Leiton (INTA Castelar), Ingrid Bain (INTA Chubut), Joaquín Gonzalez Cosiorovski (Coordinación de Recursos Estratégicos, INTA), Joaquim Pallisera Lloveras (IRTA Monells, España), Julieta Fernandez Madero (Facultad de Ciencias Agrarias y Veterinarias, UCASAL), Marcela L. Menichelli (INTA Reconquista), María Zimerman (Instituto de Investigación Animal del Chaco Semiárido, INTA), Natalia M. Aguilar (INTA Colonia Benítez), Patricio Davies (INTA General Villegas), Sebastián A. Cunzolo (INTA Castelar), Tâmara Duarte Borges (Minerva Foods, San Pablo, Brasil), Trinidad Soteras (INTA Castelar) y Leandro Langman (Instituto Tecnología de Alimentos, INTA).

Colaboradores: Antoni Dalmau Bueno (IRTA Monells, España), Isabel Blanco Penedo (SLU, Upsala, Suecia), Fernando Storni (Cámara Argentina de Feedlot), Joaquín Armendano (Facultad de Ciencias Veterinarias, UNCPBA), Néstor Latimori (EEA INTA Marcos Juárez), Paula Ormando (INTA Castelar) y Sebastián Rojo (Instituto de Ingeniería Rural, INTA).

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