El cultivo de maíz es el que mejor responde a la tecnología aportada y es el que más ha evolucionado en rendimientos, superando techos de rinde, principalmente en ambientes de alta productividad. Para planificar el cultivo lo primero es caracterizar el ambiente de producción.

La aptitud del suelo, tanto por su condición física y química, y la oferta hídrica esperada, son las principales variables a considerar. En muchas regiones, la presencia de napa freática es clave para conocer del ambiente. Además, el pronóstico extendido es importante ya que en años Niño se pueden alcanzar rindes elevados.

La primer decisión a tomar es la época de siembra. En fecha temprana (de principio de septiembre a mediados de octubre) van los ambientes de mayor potencial y donde haya mejor oferta hídrica (con napa y años Niño). En fecha tardía (diciembre) van los de menor potencial, o aquellos con oferta hídrica incierta (sin napa y años Niña).

La elección del híbrido es clave ya que hay diferencias en cuanto a potencial, estabilidad, perfil sanitario, ciclo, etcétera. Lograr cultivos uniformes en lo espacial y temporal es importante para no resignar rinde. En los ensayos que llevamos a cabo pudimos observar que los cultivos más uniformes rindieron entre 1000 y 2000 kilos por hectárea más que los que tenían diferentes grados de desuniformidad.

Luego sigue el planteo de nutrición y densidad, que van de la mano. En los ensayos que llevamos adelante en Okandu hace cinco años hacemos foco en los ajustes de estas tecnologías para poder alcanzar altos rindes y así reducir la brecha entre los resultados potenciales y los logrados.

En nutrición lo primero es ofrecer la base de fósforo, azufre y zinc que permita mantener la fertilidad del suelo que el cultivo de maíz necesita. Nitrógeno es el nutriente clave para la generación de rinde y es importante ajustar la oferta para no limitar su expresión. En la medida que avanza la investigación y el mejoramiento vegetal el cultivo de maíz explora rindes mayores y el objetivo de nitrógeno aumenta. En los últimos años hemos comprobado que los umbrales de nitrógeno a ofrecer han aumentando respecto de los que teníamos 10 años atrás.

Con la nueva genética, seleccionada para rendir en altas densidades, comenzamos a evaluar el impacto de la oferta nutricional en planteos de densidad creciente. En los últimos cinco años planteamos ensayos ambiciosos en diseño experimental, que nos permite evaluar en conjunto el comportamiento a densidades y niveles de nutrición crecientes.

Todos los resultados, mostrados a campo en la jornada que Okandu realizó anteayer en su campo experimental ubicado en Los Surgentes (SE de Córdoba), reflejan que es posible incrementar el rinde aumentando en simultaneo densidad y oferta de nutrientes (principalmente nitrógeno). También observamos que variando solo la oferta de nitrógeno podemos mejorar el rinde en forma más marcada que aumentando solo la densidad.

Los planteos tradicionales de maíz temprano en una amplia zona de producción tienen densidades de 72.000 a 80.000 pl/ha y una oferta de nitrógeno (suelo + fertilizante) de 175 a 200 kilos de nitrógeno por hectárea, y los rindes alcanzados son de 11.500 a 13.000 kilos por hectárea. De acuerdo a los resultados de los ensayos, subiendo la densidad a 90.000/100.000 pl/ha y elevando el nitrógeno a 250/300 kg por hectárea, se puede acceder a rindes de entre 14.000 y 16.000 kg/ha. Es difícil encontrar algo con tanto impacto en el ingreso.

Por: Martín Sánchez – La Nación